Los libros siempre han contado historias a través de los tiempos y yo quiero que mis libros personalizados recopilen esos recuerdos que aún conserva la memoria de un paciente de Alzheimer.
Cuando era niña mi abuela Lola fue diagnosticada de Alzheimer. Muchas veces, aunque nuestros padres se esfuercen en explicarnos bien las cosas, pues hay cosas que, por el simple hecho de ser niños, se nos escapan a la comprensión.
Mis padres me decían que mi abuela estaba enferma y se olvidaba de las cosas. Yo podía entender que se olvidara de si era martes o jueves. De si había leche en la nevera o no. Pero me parecía imposible que mi abuela se olvidara de su propio hijo y de sus nietas. Pero así era.
El recuerdo que más conservo es de un día en el que fuimos a visitarla y al vernos a mi hermana y a mí, mi abuela preguntó:
—¿Quienes son estas niñas tan guapas?
A lo que mi madre respondió:
—Son las hijas de Ángel Mariano.
Y mi abuela, mirando a mis padres dijo:
—¿Y mi Ángel Mariano no ha venido a verme?
No recuerdo lo que le contestaron pero yo estaba un poco en shock porque mi abuela le hablaba a mi padre sin saber quien era.
Un rato más tarde, cuando la visita ya casi estaba finalizada, mi abuela tuvo uno de esos momentos de lucidez en los que pudo reconocer a su hijos y su familia. Se echó a llorar desconsolada al entender que llevaba un rato sentada con nosotros sin reconocernos.
Su llanto me llegó al alma y fue en eso momento cuando decidí que nunca sufriría de Alzheimer. Cosas de niñas de diez años porque, si de verdad se pudiera elegir, creo que nadie elegiría perderse en el vacío y perder su esencia.
Y te cuento esta pequeña historia para que entiendas lo importante que es para mí ayudar al colectivo de enfermos y familiares de Alzheimer.